lunes, 19 de noviembre de 2018

Santo Tomás, Hobbes y Laureano

*El Mayor Daño*
Laureano Márquez

Quizá el mayor daño que el régimen ha hecho no es la destrucción de la industria petrolera ni la desaparición del oro ni la quiebra de la agricultura y de la industria; no es ni siquiera el condenar al exilio al 10% de la población, la destrucción del sistema educativo y el haber conseguido que Venezuela tenga la inflación más grande del planeta, que la mortandad de cada día sea solo un dato estadístico, que los niños estén muriendo de desnutrición. El mayor daño lo ha hecho en la demolición del alma nacional, de la esperanza ciudadana, de la dignidad de un pueblo. También han sucumbido —en este asalto a la cordura— el sentido común, la bondad, la tolerancia, la compasión y el respeto. El mayor daño ha sido hecho en nuestros corazones, que se han vuelto incrédulos, desconfiados; que solo ven maldad y traición por todas partes. Ya no confiamos en nada ni en nadie; toda opinión que no sea la nuestra nos parece interesada, despreciable, digna de agresión e insulto. Estamos en una torre de Babel de sentimientos. La destrucción es, pues, mucho mayor de lo que parece a primera vista. Ya hay momentos en los que dudamos de que Venezuela tenga salvación. Somos una tierra en la que toda maldad tiene su asiento. Estamos cercanos a eso que Hobbes llamaba el “estado de la naturaleza”, es decir, el estado previo al ordenamiento jurídico, a las leyes morales, a las normas de convivencia que hacen de un hombre un ser humano. Estamos —diría Hobbes— “en un estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos”.
Santo Tomás de Aquino decía que un tirano se apropia no solo de los bienes materiales de su pueblo, sino de sus bienes culturales; suprime los valores porque requiere un pueblo que sea lo menos virtuoso posible y promueve la enemistad entre los ciudadanos apelando al viejo principio de “divide y reinarás”. El tirano “despojado de la razón, se deja arrastrar por el instinto, como la bestia, cuando gobierna”, nos dice el Angélico. De esta manera logra envilecer a los ciudadanos hasta el extremo, porque sabe que así los somete mejor. Sin duda, en Venezuela este instinto ha funcionado a la perfección. Los venezolanos hemos sido envilecidos al extremo.
Cómo haremos para volver a creer en nosotros mismos, para considerarnos un pueblo digno de progreso y bienestar, de libertad y democracia; digno de vivir feliz sin necesidad de huir de su tierra. Es una pregunta que nos atañe y nos concierne a todos. En nuestro horizonte hay demasiada hambre, demasiada sangre, demasiado odio. Necesitamos con urgencia volver a creer en algo: creer que somos posibles, que podemos respetarnos y tolerarnos, que comer es una actividad normal del ser humano, que podemos transitar calles seguras, que los desacuerdos no nos condenan a asesinarnos, que hay esperanza y futuro y que ese futuro puede ser del tamaño del empeño que pongamos en él. No puede ser que una tierra que es capaz de producir tanto talento, tantas individualidades inteligentes y capaces, esté condenada al fracaso como proyecto común. Esta lucha comienza en nosotros mismos. Corazón adentro debemos hacer que Venezuela renazca como una aspiración de fe en nuestro espíritu, comprometida con valores, principios e ideas. La lucha es afuera y es adentro. Volver a creer en nosotros es el primer paso para salir de esto, porque a esa certeza no hay fuerza humana que la someta. Ese día veremos a la tiranía desvanecerse hasta convertirse en un mal recuerdo, como cuando, mirando un viejo retrato de nosotros mismos, caemos en cuenta de lo feos que fuimos alguna vez.

domingo, 4 de noviembre de 2018

1983


1983
 
Un año antes del fin Orwelliano, tenia uno 6 años, mi hermanito tenia 1, y nos las pásabamos en la finca de los Hernández, muchos días al año, en una churuata para ovejos que se hizo mi papá en un terreno prestado por el sr. Iván. Hasta 80 ovejos!
Era la época que nos bañábamos en la pileta del Rameral, la superfinca de los 70 y 80 en Sucre: Pavos, Patos, Cerdos, Vacas, y mucha actividad sanitaria, un lujo de finca.
 
Paseábamos en los caballos y monturas, y ahí pasaron 3 aventuras divertidas: el que me prestaban era blanco, alto, dócil, humano, y sólo caminaba, no trotaba, y yo tenía un incisivo superior (derecho) flojito... e iba espabilao viendo el vuelo de los garzones y el viento cómo movía las matas de uvero extranjero, el que mancha y no se quita, y además iba boquiabierto, y no vi, no lo vi venir...uno de los cables para alumbrar a las gallinas de Victoria (huevo y para hervidos, con cambur claro), guindaba en perfecta parábola cóncava, como un chinchorro de un hilo, y pasé justo en esa posición de boca abierta en el punto focal medio de dicha ecuación tangible.. y se me ha enganchado el diente, zás!, saliendo disparado y nunca encontrado, ni por el Ratón Pérez de la época...
Bueno, vainas de muchacho, un sangrero, una lloradera, y risas, muchas risas, y papá pálido.
Las otras 2 anécdotas con los caballos de los Hernández eran muy à la Mode, ya Sting se oía en las radios y los tocadiscos de vinil en Guacarapo, y los jóvenes Héctor, Gracielita, Tommy, César y sus amigos lo ponían en sus fogatas en las noches estrelladas más impactantes del planeta. Continúo, que me encadeno enamorado de mi feliz niñez, iba, en 2 oportunidades distintas, con mi caballito, el marrón, primero, el cenizo luego, y pasando por la misma mata de Yaque, antes del puente de la vía de penetración rural que conecta el sistema de riego Cariaco (diseñado por franceses) con la laguna de Buena Vista (Mar de Humboldt), en la misma mata de yaque, en dos años consecutivos... fui 'atacado' por dos especies de avispas en mi cogote!, vergg, qué dolor!
Unas, las llamadas 'lengua e vaca', grandes, y que hacen un ruido de avión! y las otras las 'municiones', chiquitas y rápidas, y la cabeza parecía una chirimoya...
 
Recuerdo que también nos bañábamos hasta en los bebederos de las vacas, con Mari, y con ella, mi compinche de fútbol y de bañarse bajo la lluvia en Cumaná, (y de Barbie y PinyPon he decir en honor a la verdad), y recuerdo como ayer, debe ser por la luz de las 4 de la tarde, y la temperatura perfecta de 27ºC, y en el asiento delantero de la Cougar del 82 de mi madre, oyendo la radio...un catire decía en un slogan de campaña electoral: 'YA ESTÁ BUENO YA!'
 
y Mari y yo, niños venezolanos al fin, politizados y medio (conio nos pasábamos 6 tarde-noches/semana en el porche de Cumaná oyendo a los 'grandes', los adultos, hablar de juventudes católicas, del partido, la caravana, 'zapato, chancleta...', elecciones e impugnaciones en IUT Cumaná, el S2, etc.), Mari y yo disertábamos, yo de 6 y ella de 5, pero ella muy inteligente en mates y lengua desde chiquitica!, disertábamos que si estaba bien dicho el slogan, que sonaba como a mal hablar, a redundancia, y en un año que ocurrían los Panamericanos, el viernes negro, el maldito juramento traidor en un samán con vagos y maleantes resentidos, ese 1983, fue el primero que viví con Teodoro.
 
Petkoff, húngaro? será austrohúngaro, porque Off es una derivación de  'casa' en germano, tal como mi hermano de crianza en el oriente venezolano, Rapsffensperger, Húngaro su Pay? será un príncipe Austríaco que se mudó al país magiar...
 
Teodoro es el súmmum, el elixir del criollo, hablaba como todos, sentía como todos, hacia las cosas bien como  todos, y evolucionaba, lo vimos con Caldera luego, un Príncipe de la Política Venezola, era divertido y locuaz, sagaz, pilas, rápido, ágil, audaz, firme, eficiente..
 
1983-2018, YA ESTÁ BUENO YA!!!!!!!!!!!!!!!!!